Para mi propio placer...

jueves, 4 de noviembre de 2010

Corazón

Ha pasado mucho tiempo.... ahora te tengo en mis manos, después de tanto tiempo.
Te había dejado olvidado en algún cajón, ya no recuerdo cuál, ahora solo te miro y te doy tiernas caricias, pobre de ti, estás pálido.
La noción del tiempo escapó de mi, y te perdí, me fui a perseguir a alguien, y como puede predecirse me quedé sin nada. Volví desesperada a mi casa a encontrarte, batallé tanto... al parecer la llave la había donado y ese alguien la había tirado en algún lugar sin preocuparle nada más, mas que el simple hecho de deshacerse de ella; me perturba la idea de que la haya tirado, pero me perturba aún más el hecho de que no ese hecho no tuvo importancia para mi y fui atrás de él porque pensé que él era más importante. Lo más atónito fue que sentía tanto dolor... como si unas espadas te atravesaran y sangraras y sangraras.
Tu ausencia era tan grande que no me quedó más remedio que escuchar a mi cabeza, ahora la bendigo, y me ordenó detenerme para poder voltear la vista. Lo evidente no hace falta nombrarlo. Es paradójico haber sentido tanto dolor cuando me di la vuelta, ya que no estabas.
Regresé a casa... no se cuanto caminé pero llegué con los pies maltrechos. Con la poca fuerza que quedaba de mi rompí todas las cerraduras hasta finalmente llegar a ti.
Aquí estamos, los dos, juntos al fin, sé que eres mío y que perteneces a mi tórax, por fin lo entiendo, eres mi más grande tesoro. Pero antes de ponerte en tu lugar necesito cerrar y curar tus heridas, no me importa cuanto tiempo tarde, serás mi maestro de la paciencia, porqué tu más que nadie, conoces mi vida, qué, aunque sé que carezco de longevidad y todo lo que eso conlleva, puedo decir que cuentas con grandes cicatrices lo que habla de gran enseñanza.
Quizá posteriormente emerjan más, no sé porqué lo dudo, pero ten por sentado que no volverás a salir de mi.